martes, 5 de abril de 2011

“¿Para qué poetas, en tiempos de penurias?”


Siempre es más virtuoso y productivo el leer que el escribir.

 Y como leer es dialogar, ínsitamente: he vuelto a releer e interrogar a Hölderlin.
Y, releyéndolo, recordé (estas asociaciones no voluntarias acaso tienen raíces secretas)…recordé una oportunidad en que -por un aniversario de Rilke- pidieron a Heidegger que hablara de  su poesía. La verdad es que Heidegger habló más entonces de Holderlin (porque todos sabemos ya cuán poderosa es la luz del Holderlin en el Heidegger que escribe en la década del ’30) y aquel día se centró especialmente en meditar en alta voz sobre algunos versos de la elegía “Pan y Vino”, del libro Hyperion:

“(…)¿para qué poetas en tiempos de penurias;
¡para cantar la huída de los dioses!...[ * ]
“(…) en época de errancia, de los otros ausentes…
(…) los dioses han huido…
Apolo, Hércules, Dionisos, abandonaron el mundo;
Desde entonces el día camina a su extinción, en la noche, en
Occidente.
(…) ¡Ya el dios no reúne en torno a sí!.

(Es obvio que estamos ante la sombra del poema original en alemán. Traducción es traición, ya se sabe.
Pero, también valoremos lo paradójico de que  esta primera sombra enfatiza nuestras intuiciones sobre la inestabilidad de lo real, aún en el propio lenguaje)
Y recordemos, de paso, la sugestiva etimología de occidente, coincidente con occisos = muerte…el sitio de la muerte de la luz solar ¿ de toda muerte?.

[ * ] Antes de continuar aclaremos que hablar de los dioses, en estos autores, no es referirse a ningún dios que exija una religión, una adoración, una iglesia. Es sólo (¿sólo?) la presencia simbólica de los dioses griegos, como importantes sustentadores del sentido. Entre otras significaciones “sentido” quiere decir que un mundo que tiene conciencia de lo sagrado –que percibe esa categoría numinosa- es una realidad plena, exultante. No hablamos entonces del dios de los sacerdotes, los beatos. Por eso debiéramos leer: “Ya el dios (no da sentido) en torno a sí”].

Pienso entonces que, en la Historia, se ha apagado el esplendor de la Humanidad. Es el tiempo de la indigencia. De la errancia. Es tan pobre ya el mundo que ya nadie se da cuenta de la falta de los dioses.
 Ni siquiera la falta es advertida.
 Y en épocas de penuria (cito a Heidegger) “falta hasta el suelo / abismo donde precipitarse”. Parece que sólo nos resta la tarea de experimentar y soportar el abismo y lo real.(1) Y este crepúsculo no será breve. Dice Heidegger: “Largo es el tiempo… pero acontece lo verdadero”. (¿Podremos llegar a reflexionar sobre el segundo término de esta oración bimembre?).
Aparecería entonces la pérdida del aura, de la identidad, de la investidura sagrada de la cosa…del fundamento de lo ético.
Y en la pérdida de la identidad, el Otro ha quedado reducido apenas a  fantasma, a semblante (M. Buber).
 Estas son consecuencias de la imposibilidad de una certidumbre donde forjar y anclar nuestro sujeto, nuestra subjetividad.
Si ya somos semblante, apenas somos ya un síntoma del ser.
Parecería, entonces, que en este tiempo de huída de los dioses –nuestro tiempo contemporáneo- el Otro ya no existe sino como semblante. Estamos ante momentos de final, porque el mundo no está en simple crisis sino que estamos en tiempos de consumación (Heidegger)…tiempos de desvanecimiento del sujeto y los objetos en la trivial virtualidad.
Estamos en tiempo de desplazamiento de lo sagrado hacia el discurso de la ciencia /tecnología en el establecimiento de lo que es real.
¿Parece que esta época se coronará de angustia?.
¿Y el ser será un interrogante…ahogándose en la virtualización?.
Es que estamos en la época de la imagen del mundo…cuando el ser se vuelve imagen (Heidegger).
El concepto “época” es importante…no debemos pensar en un fin de un momento histórico determinado. Heidegger lo toma de la fenomenología de Husserl. Para Heidegger “época” se funda / define  en tres conceptos:
1.      un concepto del ente
2.      un concepto de la cosa
3.      un concepto de la verdad.
“Epoca” no es una idea historiográfica, sino metafísica. Se produce un cambio epocal cuando cambian los conceptos 2) y 3).
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(1)-(Nota al margen: Curiosidades de los ríos subterráneos del pensamiento: hay otro “maestro de la sospecha” –que nada tiene que ver con los sabios citados- que viene desde otros discursos a expresarse en coincidencia: “Todo lo sólido va a desvanecerse en el mundo por la presión de la mercancía” [A. Gramsci. “Scritti.VI”].
Y también Max Weber nos recordará “El carisma, lo simbólico, está siendo mermado por la técnica, por el capital”.Curiosidades de miradas heterogéneas que advierten épocas de desvanecimiento y merma…)

Y ciertamente estos elementos sustantivos ( la cosa y la verdad) están borrados, desvanecidos o eclipsados en el momento del tiempo en que vivimos. En esta época de penuria hay que soportar al abismo. Como se soporta a un síntoma.
Si hay crisis, no se trata de una crisis subjetiva o epistemológica…sino de una crisis ontológica, de mudanza del ser. Y es que no hay crisis, sino un tiempo de consumación.
Vivimos un tiempo de consumación. (Pero no es el fin de la Historia [cfr. F. Fukuyama] ni es el Apocalipsis profetizado en las Escrituras judeocristianas. Esto, acaso, sería menos insoportable).
Este “final” actuante  de nuestra coetaneidad es crisis de lo real que se dibuja sobre la angustia. Se está produciendo una torsión de lo real metafísico (lo percibido por 25 siglos de Metafísica, desde el platonismo al hegelianismo).
Escribe Heidegger que “Se consuma el tiempo. Este es un tiempo que está en el tiempo pero consuma y congela al Tiempo”.
Y, si el tiempo se ha consumado, nace la decadencia.
Porque en toda crisis aún se puede restaurar algo. Pero en la consumación hay desfondamiento del ser sobre el vértigo del abismo.
Ya no se puede invocar a ningún dios ni a ningún ídolo.
 Ya no se puede sostener plegaria alguna.
Ya no se puede sostener ningún sujeto.
Ya no se puede sostener ningún saber.
 Ya no se puede sostener conciencia de certezas.
Pero el tiempo de la consumación durará mucho tiempo…la consumación es indeterminada.
De la consumación sólo se puede salir por arriba, no se puede regresar ni se puede avanzar (Nietzsche).
Y la consumación es brutal, desaparece la relación sujeto-objeto. Permanece un fantasma de relación espejo-objeto.
Nuestra sangre se ha derramado bajo el triste cuchillo de la frase de Hegel “todo lo racional es real y todo lo real es racional” (aquella frase de la que burló Kierkegaard: ”(…) esta reconciliación sólo existe en la cabeza de Hegel”, dijo. ¡Pero la comicidad es insuficiente para el quebrantamiento de la apariencia!)
Y la consumación es brutal: desaparece El Otro. Pero aunque el Otro no exista, los mandatos persisten. Y los mandatos del Poder (asidos al eje logo-onto-teológico) serán crecientes, tiránicos, extremos…porque intentan cerrar la ruptura, la ausencia, la falta…la fisura inicial (un intento que fracasa y, en la repetición, fracasa y fracasa y f…)
Porque un día la filosofía se convirtió en metafísica…y nació el Occidente y el sendero erróneo. Pero hoy, el final de la metafísica ya no puede sino ser planetario.
Porque ahora es el día de la consumación del tiempo que rompió la unidad de la cosa y el concepto, prístina ligazón inescindible. Aquel tiempo en que podíamos meter las manos en lo real y tocar la cosa misma, sin la traición de las mediaciones. Y sin humillarnos en el ara de la justificación.
¿Nostalgia del “dios que reunía todo ser en el ser”?.
El dios que hubiese permitido a Heidegger prosperar en su idea de traducir la certidumbre real de Parménides diciendo su famosa inteligibilidad “ente:ser”. Y ya nunca jamás repetir el crimen de las traducciones que son aporía fatal: “el ente es el ser” o “el ente y el ser” o “el ente con el ser”.
“Ente/ dos puntos/ ser”…que podría haber evitado el riesgo de la consumación epocal.
Tal vez el primer paso por el sendero de la falacia fue un fallo de Aristóteles la torpe mañana en que pensó aquella frase (tan trivial en su apariencia) preguntándose: “¿Es lo mismo Coristo en el ágora que Coristo en el liceo?”. Y se respondió perversamente: “Es lo mismo pero distinto”.
¡Instante enfermo de parición de la esencia y el accidente. Amanecer cruel de la duplicidad. Ebriedad grosera del dualismo!
Y la aporía degradante del aristotelismo demandó un Dios, ya nunca un dios, que sustentara esa determinada concepción de lo real como recta inteligibilidad. Como ortodoxia.
Y en el eterno retorno, vuelve la compulsión de la repetición de la pregunta de Hölderlin:
“¿para qué poetas en tiempos de penurias?”
Si no es una crisis que permita reparación. Si estamos en el tiempo de la consumación.¿Para qué poetas…?.
¿… ?
¿Sólo podríamos articular (o ¿sólo podríamos desear?) que hubiese un diferimiento derridiano en el orden de lo simbólico, repitiendo compulsivamente a Nietzsche: “(…) yo creería en un dios que supiera bailar”. O repitiendo compulsivamente la débil intuición hölderliniana: “(…) atención al rastro de los dioses huídos”?
…yo creería en un dios que supiese bailar atención al rastro de los dioses huidos que supiesen bailar  yo creería en el rastro del bailar de un dios que huido supiese yo…
Etcétera.   Sine die.
Porque“largo es el Tiempo, pero acontece lo verdadero”.


©carlosmamonde

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